De un lado, un niño que vive y experimenta tal cual es su ser; de otro, un adulto que vive y experimenta tal cual es su experiencia. Y en ambos, una transición mágica que invoca miedos, influencias de padres, amigos, medios de comunicación, complejos, recuerdos, perturbaciones, genes… sensaciones varias que suceden en el tiempo y que en muchos casos el adulto, el niño, el hombre o la mujer no saben gestionar adecuadamente y les lleva a actuar de manera totalmente ajena a eso que llamamos “nuestro ser interno”.

Pero al mismo tiempo sabemos que todos y cada uno de nosotros somos únicos, pero también iguales, porque “No estamos solos; todos estamos en todo”. Y ante esa realidad hay que despertar para descubrir que en esta aventura de la humanidad lo que importa es el alma, el cuerpo, la mente; en definitiva, TU SER.